jueves, 25 de noviembre de 2010

Tercera Entrega

Pensó en dejar de tallar mientras sentía arder la piel de sus dedos, ¿a qué hora dejó que sus dedos tallaran en vez del trapo?, no lo sabía. Era poco común que cavilando como lo hacía en ese momento, perdiera la noción sobre la realidad. Era una de las consecuencias de estar a la mitad del abismo: una vez que el universo se precipita sobre sí mismo, la realidad pierde sus límites, todo se vuelve posible, las explicaciones más exageradas son exactamente las que dan en el clavo sobre lo que sucede en torno; el universo pierde su ordenamiento anterior, todo se vicia y uno empieza a actuar diferente. Volvió a posar su mirada sobre la mancha, ahora le parecía una mariposa y el color también le parecía diferente, había pasado de naranja intenso a un rosa pálido, incluso creía que el color era agradable a la vista.


Recordó nuevamente la mujer de rojo frente a ella unos metros antes de llegar al sitio donde siempre regresaba, volvió a recordar cómo la mujer miraba hacia el río y cómo su pelo se movía al ritmo del viento que ella sentía recorrer por su rostro. Volvió a ver a la mujer voltear lentamente y dirigirle su mirada sin mostrar, le parecía, emoción alguna. Esta vez, teniendo otra vez la escena frente a ella, sintió un escalofrío recorrer su espalda y sintió desconcierto... ¿había sentido eso mismo cuando tenía de frente a la mujer? No estaba segura, pero en ese momento le parecía que sí, que la razón por la que había reflexionado en la mirada de la mujer durante el camino de regreso, debía haber sido por la consecuencia emocional que en ella había provocado. El desconcierto que sentía en ese momento estaba íntimamente ligado a descubrir el vínculo que existía entre ella y la mujer, sintió la mirada continua de la mujer sobre sus pasos y su espalda desde aquella torre detrás de la ventana, con un cigarrillo entre los dedos. Se sintió vista (quiso decir desnuda), se sintió traicionada por haber sido partícipe de un juego del que no sabía absolutamente nada, traicionada de formar parte de la cotidianidad de otra persona de la que no sabía ni siquiera el nombre, se sintió tomada, en espíritu, en recuerdo, se sintió alienada al saberse pensada en los silencios que a la mujer se le atravesaban de camino a visitar a sus amigos, mientras la mujer-estatua esperaba a que la pasaran a la oficina, esperando parada en la fila del banco o justo antes de reconocer a una amiga en un lugar concurrido. Sintió rabia enseguida, ¿Cómo se atrevía esa mujer insolente a incluirla de esa manera en algo en lo que ella no quería ser incluida? ¿A qué hora la libertad, su libertad de caminar libremente por donde le placía (y de regresar si quería) se había convertido en pretexto para que otros la alienaran de esa forma? Se vio a sí misma con la mirada de desconcierto de frente a la mujer-estatua regresando sobre sus pasos, quiso encarar a la mujer y correrla del lugar, decirle que se fuera, que su presencia era claramente ajena al río, que su presencia pertenecía a otro lugar y a otro momento; que no quería ser la respuesta a lo que rumiaba desde lo alto detrás de su ventana. Sus manos estaban empuñadas, una de ellas apretaba con fuerza el trapo con el que hasta hace unos momentos limpiaba la tela del sillón; su expresión había mutado a ser la de un animal salvaje enjaulado por meses. Se incorporó de un saltó y de improviso lanzó sus dedos sobre la tela del sillón, frágil de la fricción ejercida. La fuerza del impulso hizo entrar sus uñas y dedos a través de la tela. Sus dedos entraron y salieron varias veces del mueble deformando la mariposa en diversas piezas con formas a las que a nadie le importaba encontrar semejanzas. La tela del sillón quedó abierta como si hubiera sido herida, y dejó salir la esponja que había debajo. La mariposa había desaparecido, sin embargo, la mancha se negaba a desaparecer. Abatida, volvió a sentarse sobre el piso, todavía algunos de sus dedos hacían camino a través de la superficie del sillón. Sentada, su cuerpo comenzó a sufrir una convulsión, espasmos iban y venían de su cuerpo, ascendía de los infiernos. La convulsión duró pocos minutos, el ascenso del abismo fue brutal pero el camino fue corto. El universo acababa de recuperar la estabilidad. Posó su cabeza sobre la herida del sillón.

1 comentario:

  1. estoy intrigado... donde terminará todo esto... solamente un comentario... es complicado leer los blogs por su reducido texto... en la entrega 2 y tres fueron párrafos largos sin punto y seguido... esto complica un poco al lector.... porque se pierde en el texto...

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