Y entonces digo: ya es suficiente, y caigo en cuenta de que los nombres pueden ser intercambiados por el mío, por el de ésta otra, y por el de aquélla. Pudimos ser nosotras en vez de ellas (¿o podemos?). Pudimos haber sido ellas, y ellas hubieran podido ser nosotras. Somos intercambiables en nombre, en cuerpo, en condición; simples y llanos objetos, cuerpos. No ser objetos, o mejor aún, NO QUIERO SER UN CUERPO. Así, con un grito... que no siempre es de fuerza o de entusiasmo, sino de desesperación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario