sábado, 27 de febrero de 2010

Para Ulises

Comienzo con una afirmación que más bien es conjetura, hoy es un buen día; el efecto de transformación de la conjetura en afirmación viene del optimismo, y de las ilusiones que me hago de la vida y de ti. En vez de lanzarme hacia la incertidumbre con una pregunta, ¿es hoy un buen día?, me lanzo hacia adelante (o hacia atrás, para el caso la dirección da lo mismo) con una afirmación que inmediatamente me provoca una felicidad infantil... la misma que da cuando siendo niño uno recibe una paleta, o se da cuenta que hay en casa la comida preferida, o que lo llevarán al circo. Una felicidad tonta entonces que viene de aquella transformación de la conjetura en afirmación. Y creyendo tal afirmación, uno ve el sol más amarillo, siente el calor más cálido, observa a la gente más amable, y en fin, el futuro tiene un mejor olor y una mejor apariencia, es decir, el sentido crítico se vuelve parco, torpe... mis ilusiones lo relegan a un lado, como quien no quiere, como quien se instala en el asiento a primera vista pequeño entre dos pasajeros, pero que con el paso del tiempo y con la fuerza de gravedad, va abriéndose paso hasta instalarse totalmente. Como quien no quiere te fuiste instalando, así de a poco fuiste entrando, dejando marcas aquí y allá, para que de vez en cuando mi pensamiento se fuera hacia ti y se hiciera las ilusiones de la compañía y el tiempo contigo y sin ti, y la vida juntos... Y luego, ya que el sentido crítico había salido de vacaciones, mi voluntad me hacía buscarte, o buscarlos cerca de ti, y leerte, y pensarte e imaginarte, cómo sería si esto y cómo sería si esto otro. Y una vez que la voluntad obedece a otro que no es el sentido crítico, comienza la transformación de la conjetura en afirmación, de la duda en respuesta. Y tal transformación es más como un pequeño terremoto, ayudado por las muertes pequeñas por la noche o por las tardes luego de dormir. Ese terremoto que es movimiento y energía y emoción, pero que al mismo tiempo es el antecedente de la catástrofe, el momento previo a la pasión, a la lágrima, a lo gris, al agua, a la negación de ti. Entonces quiero convertir esa afirmación en conjetura, volverla lo que era, jalar de regreso al que se fue de vacaciones, para no lanzarme con la seguridad del tonto. Hacerlo no es un ejercicio mental, sino físico, porque esa re-transformación al estado anterior implica sentarse a escribir, y ponerse a escuchar canciones grises, para hacerse a la idea de que la afirmación es duda, y no al revés. Y todo porque te encontré, y me hice las ilusiones de la compañía, y del tiempo contigo y sin ti, y la vida juntos...

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